
Actualmente, entender qué es la inclusión financiera es importante para que las personas puedan potenciar su bienestar económico y su calidad de vida.
La Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) 2024 reportó que al menos 8 de cada 10 personas en México cuentan con un producto bancario, que es el mayor nivel registrado desde 2015, lo cual es una muestra de cómo se ha incrementado el acceso a servicios financieros.
Este concepto se define como el acceso al uso de productos o servicios financieros formales, asequibles y útiles con los que las personas pueden administrar sus recursos. Es decir, que permitan hacer transacciones, pagos, obtener créditos, usar cuentas de ahorro o seguros.
Estos productos deben cumplir y mantenerse bajo la regulación de las instituciones correspondientes. Por ejemplo, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV).
El concepto de inclusión financiera es muy importante porque permite el acceso a recursos con los que las personas pueden seguir cultivando su educación y mejorando su economía en general.
De esta manera, se puede reducir la pobreza y fomentar el crecimiento y la estabilidad económica, pues cuando una persona tiene acceso al sistema financiero, tiene más posibilidades de ahorrar e invertir. Además, asegura e incrementa su patrimonio.
Para asegurar que todas las personas puedan acceder a los productos bancarios es necesario que sigan estrategias, tales como:
Si las personas desconocen temas tan elementales como el concepto de inclusión financiera, se vuelve complicado que entiendan las gestiones que deben hacer para mejorar su manejo del dinero.
Una de las acciones imprescindibles es la implementación de programas que enseñen desde edades tempranas a cómo manejar el dinero, qué es un crédito, cómo funciona el ahorro y cómo evitar fraudes.
Asimismo, es importante que los cursos estén actualizados con los temas. Por ejemplo, exponer cómo se usan las aplicaciones financieras o cuáles son los tipos de estafas y ataques que se hacen en línea, como el phishing, correo electrónico fraudulento en que el remitente se hace pasar por un banco o una empresa para engañar al destinatario.
Las personas siguen pensando que es muy complicado tener una cuenta bancaria o desconfían de las instituciones financieras, por lo que es común escuchar que guardan sus ahorros “abajo del colchón”. Sin embargo, es mejor tener una cuenta bancaria, ya que les permite acceder a otro tipo de servicios, como una tarjeta de crédito o un préstamo.
Por consiguiente, es fundamental facilitar el acceso a estos servicios, simplificando los procesos y diseñando productos que sean flexibles, con requisitos que cualquier persona pueda cumplir, como que no haya un monto mínimo para apertura o sin cobro por manejo de cuenta.
Más de una vez se ha demostrado que la tecnología puede ser una gran aliada para facilitar diversas tareas. En este caso, las instituciones financieras han apostado por la creación de diversos instrumentos, como son las aplicaciones móviles, plataformas en línea, opciones de inversión digital o billeteras electrónicas, que facilitan el acceso a estos servicios en cualquier momento.
Es crucial crear campañas que ayuden a las personas que tengan dificultades con la tecnología a usar las herramientas digitales, además de ofrecer un servicio técnico infalible ante cualquier imprevisto que pueda surgir. También es necesario que existan ubicaciones físicas para que recurran las personas que no puedan resolver su situación o les compliquen los servicios digitales.
Un elemento que aún falta por atender es la diferencia que hay en el acceso de los productos financieros entre géneros. Por ejemplo, en el caso de las AFORE, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera de 2024, es donde se registra una brecha entre hombres y mujeres de 17.2 puntos.
Esto puede pasar porque muchas veces las mujeres tienen que enfrentarse a obstáculos adicionales, como una menor autonomía económica, tener que encargarse de los gastos en casa o dejar de trabajar para cuidar de los hijos. Esto no solo las deja sin dinero propio y trabajo, sino que les afecta en la posibilidad de acumular un buen fondo de ahorro para el retiro.
Más allá de entender qué es la inclusión financiera, hay que implementar medidas enfocadas en las mujeres, buscar que puedan acceder a diversos servicios y que tengan la oportunidad de empoderarse para lograr la equidad de género.
La educación financiera y la inclusión son procesos que se potencian. Ambos son claves para que una persona pueda tomar mejores decisiones sobre sus recursos y acceda a herramientas que le ayuden a lograr un mayor bienestar.
Una persona puede tener una cuenta bancaria, pero si no entiende cómo usarla, si desconoce lo que implica un crédito o si no sabe cómo protegerse de fraudes, podría enfrentarse a diversas complicaciones. Por eso, más allá de abrir las puertas en el área financiera, es esencial que se enseñe a las personas cómo aprovecharlas con confianza y seguridad. Solo así se puede mejorar el desarrollo económico individual.